Durante la Edad Media, mucha de la sabiduría se almacenó gracias a las setas. En los monasterios cristianos se recogió y protegió buena parte de todo el saber de la época en libros escritos con tinta de setas del género Coprinus.
Así, la exquisita barbuda o chipirón de monte, como también se llama a Coprinus comatus, era recogida y se dejaba licuar transformándose por sí sola en una tinta negra.
Esta característica también se encuentra en otros taxones del género, por lo que es muy posible que en estos libros antiquísimos haya una colección de esporas interesante.
Más cercano en el tiempo, durante la Segunda Guerra Mundial algunos documentos oficiales del bando nazi también fueron escritos con tinta de setas. Hasta que se averiguó esto no hubo forma de interceptarlos y falsificarlos.
Actualmente se vende desecada y en cápsulas como ayuda para la hiperplasia benigna de próstata. Existen varias publicaciones que la consideran interesante para este fin.